Capítulo 3: Hunger, su hogar, España (Tercera parte)


Sin apenas darme cuenta, con el sonido de las guitarras retumbando en mi cabeza y pensando en amor, llego a mi destino. Junto con algunos pasajeros más bajo del autobús. El sol brilla en lo alto y hace calor, mucho calor; pero mi pelo ya está seco.
Voy esquivando gente hasta llegar a Callao, donde me encuentro con Blasphemy. Es igual que en el juego… bueno, no igual, claro está: no tiene unos pequeños cuernos en la cabeza ni una cola ni su piel está llena de escamas. Además sus ojos son marrones y no color verde bosque. Es una chica normal, ancha de huesos, más guapa que en el juego pero con ojeras, pelo castaño oscuro con rastas recogidas en un moño alto, un corsé marrón de los que van bajo del pecho que lleva por encima de una camiseta que en su momento debió ser blanca; shorts a cuadros en tonos cálidos y unas manoletinas un tanto echas polvo.
Tiene una mirada penetrante, imponente; y el piercing en su ceja izquierda acentúa esto. Su boca, por la que no para de soltar tacos, siempre está entreabierta; y tiene unas buenas mejillas que dan ganas de agarrar, como se haría con un niño pequeño.
Estoy hablando con ella… Bueno, en realidad habla ella y yo escucho, cuando una fuerza sobrehumana, un instinto, me dice que gire la cabeza a la izquierda. La giro, lentamente, y entonces la veo:
Su paso es ligero como la caída de una pluma, la forma de moverse como la de una bailarina, el modo de mirar a su alrededor como si fuese un niño descubriendo el mundo. Sus dos largas, altas y negras coletas caen a sus dos lados con la delicadeza del pelo liso por naturaleza, su piel es pálida, y su cuerpo flaco y alargado como una espiga; sus brazos, piernas y manos de aspecto sumamente delicado.
Va vestida con una camiseta negra de tirantes hecha jirones a partir de debajo de su pequeño pecho; y debajo de esta lleva una ajustada camiseta verde lima que va por encima una negra falda tableada tipo uniforme que le llega un poco más allá de la mitad de sus pálidos y finos muslos. Bajo sus femeninas rodillas se ven unas medias a rayas horizontales negras y verdes y, en los pies, lleva unas zapatillas negras como las que llevo yo.
Subo la mirada hasta su rostro, tapado parcialmente ya que lleva una mascarilla, y me quedo atrapado en la profundidad de sus ojos oscuros como la noche. No debe dormir demasiado porque unas aterrorizantes ojeras asoman debajo de las pestañas de sus párpados inferiores.
Es entonces cuando me mira. Clava sus enormes ojos negros en mí, y caigo al abismo que provoca una nueva sensación: el corazón se me acelera, el mundo parece tornarse gris a mi alrededor y ella es la única fuente de color. Los ruidos de mi entorno desaparecen. Ella se ha quedado parada en medio de la calle. Me mira con los ojos muy abiertos. Está paralizada, al igual que yo. Quiero correr hacia a ella, estrecharla entre mis brazos, apretarla contra mí con la poca fuerza que poseo. Quiero tomarla de la mano y dejar el mundo atrás.
Caigo en la cuenta: es ella. Es ella, no puede ser de otro modo. Ella es la chica que ando buscando, lo sé. Es más: lo sabemos. ¿Por qué si no habría de provocarme dicha reacción? ¿Por qué si no se ha quedado parada mirándome? ¿Por qué si no algo dentro de mí me dice que debo ir hacia ella y vivir; pero a la vez me dice que vaya despacio y me paraliza?
Doy un titubeante y pequeño paso en su dirección, estirando el brazo derecho para poder cogerla cuanto antes, cuándo una mano en el hombro me devuelve a la realidad. Todo vuelve a su estado normal: la gente tiene color, el mundo va deprisa, el ruido lo invade todo. No puedo dejar de mirarla. Veo como frunce el ceño levemente y como su mirada se relaja, pero no me quita el ojo de encima.
- Es ella, es el jugador del que te hablé - me dice Blasphemy.
- ¿Y cómo se llama? - pregunto, observando cómo se acerca a nosotros.
- Eso pregúntaselo a ella, idiota - responde mi malhablada compañera.
Cuando está al lado, antes de darle un abrazote a Blasphemy, creo adivinar una leve sonrisa bajo la mascarilla.
-  ¿Qué tal estás, flaca de mierda? - pregunta la de las rastas con total confianza.
- Mejor de lo normal, gorda sebosa - responde la chica de mis sueños. Su voz es aguda y un tanto estridente, pero no me molesta.
- ¿Tienes fiebre? - pregunta Blasphemy, y pone una de sus manos en la frente de su amiga.
- Un poco, pero nada más allá de lo normal - responde la otra, quitándole la mano suavemente - No te preocupes por mí, anda.
- Bueno… ¡En fin! ¡Te presento a Hunger! - dice la de las rastas, mirándome y dándome unos golpecitos en el hombro - Si aceptas nuestra propuesta, será tu compañero de equipo junto conmigo - le explica animada a mi seguramente próxima compañera de aventuras, y espero que próxima y última novia.
- Encantada, Hunger - dice ella, extendiendo su mano derecha. Extiendo yo la mía para dársela - Yo soy Plague – dice – Te daría un par de besos, pero temo contagiarte de a saber qué virus.
- No pasa nada. Si te diera yo un par de besos a ti, seguro que se me abriría una calentura  - respondo, apretando su mano y moviéndola un poco.
Se ríe suavemente y luego dice mientras me suelta la mano:
- Quizá debería regalarte una mascarilla como la mía.
- O una barra de cacao tamaño familiar – digo yo, y al instante pregunto - ¿Qué clase de personaje eres?
- Un hada curativa, pero al revés - responde, guiñando un ojo. Es curioso, es más alta que yo. Siempre imaginé a la chica de mis sueños más baja.
- ¿Eres una de esas hadas que se dedican a enfermar al enemigo? - pregunto, sorprendido. Es complicado desarrollar ese tipo de personaje.
- Efectivamente - responde ella - Veo que tienes conocimientos sobre El Juego.
- No más que cualquier otro. De todos modos es muy valiente por tu parte ser de ése tipo de hadas. Su poder es alto, pero difícil de desarrollar. Te lo digo porque sé cómo es… - empiezo a decir, pero me interrumpe ella con una risilla pícara:
- Lo sé. Poderes mentales, me lo contó aquí la amiga - dice, echándole una mirada a Blasphemy, que asiente con una leve sonrisa en los labios.
Suspiro de felicidad. Ni ella ni yo hemos dicho nada acerca de lo que hemos sentido hace unos segundos, pero por cómo no puedo apartar la vista de sus ojos, y por cómo ella me lanza miraditas aunque esté hablando con Blasphemy, a la que yo ya no escucho, sé que es ella: la chica que andaba buscando.


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Sé que en el texto pone que Blasphemy es ancha de huesos, pero todavía no sé dibujar así de bien, así que 
dejo ese dibujo orientativo sobre su aspecto (que por cierto, me siento orgullosa de él).
Muchas gracias a Pao D'Cid por haber comentado el anterior capítulo, y también gracias a todos
aquellos que me leéis desde las sombras... o que me comentáis qué os parece en privado :)
Al próximo miércoles, más. 

6 comentarios:

  1. Aww que lindo!!! Me encantó la parte en la que Hunger ve a Plague *.*
    -Pao

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  2. Ojla fuera asi de facil encontrar el amor...
    Me mola la ropa que describeees!! Y el dibujo *0* je m'enamore xd y no, no se hablar frances me lo invento xd

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  3. Blasphemy mola, y Plague tiene pinta de ser superhipermega adorable *w*
    Cuando se conocen Hunger y Plague, te juro que me he sentido como ellos. Me hubiera gustado que fuesen de plastilina y cogerlos y decir: "hale, juntos". Y reír como una niña pequeña :D
    Y eso :3
    Garonne

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    Respuestas
    1. Plague es... es estupenda y maravillosa ella ^^ Ya lo verás xD
      Y jolín, que te hayas sentido como ellos es... es genial. He cumplido mi objetivo aquí *cara de orgullo* XD
      ¡Y ojalá hubiera figuritas de mis personajes! Jugaría con ellos. Sí, en plan niña. ME da igual. Ser niña mola.
      Un besote, estupenda, y muchas gracias por leer y comentar ^^

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  4. No contaba con que Plague entrara en juego*------* Aiiiis, qué bonito ese momento en el que Hunger y ella se conocen. Lo sentí como si lo estuviese contemplando.
    Jo. Espero que Plague sea adorable, seguro que sí.

    En cuanto a Blasphemy, me encanta el dibujo que has hecho. Más o menos ya, cambiando eso de los huesos anchos, me hago una idea de cómo es exactamente.
    La ropa es *O*

    Y nada, que me encanta la historia.

    Un beso,
    Ara.

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