Epílogo: Génesis.

Siento que caigo y sufro un espasmo. Abro los ojos, despegando unos párpados tan pegajosos que casi duelen al separarse. Mi visión está borrosa, como si hubiera pasado demasiado tiempo con los ojos cerrados.

Trato de incorporarme, pero no lo consigo. Mi cuerpo parece totalmente falto de fuerzas. Trato de mover una mano para ponerla frente a mi rostro y me cuesta horrores. Pesa tanto como un miembro dormido.

Finalmente la tengo ante mí, borrosa, flaca, con los huesos marcados: desnutrida. Miro a mi derecha y descubro un monitor con una línea que sube y baja con ritmo. A su lado, un instrumento de metal del que cuelgan diversas bolsas con líquidos que van a parar a mi cuerpo. Detrás de esto, una cortina.

Miro a mi izquierda, girando mi extrañamente pesada cabeza, sólo para descubrir a un tipo de cabello rizado que me mira con curiosidad. Frente a él hay un monitor de televisor antiguo encendido, pero que muestra un fondo negro.

Abro la boca para hablar cuando de pronto una cantidad enorme de información llega a mi cabeza, casi como si alguien la insertara a presión. Miles de imágenes, de recuerdos, de sensaciones; estallando dentro de mi mente, trayendo consigo sonidos de voces, ruidos diversos, olores, sensaciones.

Apenas dura unos segundos, pero es suficiente para que una de las máquinas que hay a mi alrededor comience a pitar y que, de pronto, no pueda respirar. Me ponen una máscara en la cara y oigo cómo una puerta se abre a lo lejos.

Llegan un par de personas, un hombre y una mujer, que comienzan a mover mi camilla. Siento mi corazón latir con fuerza, pero al mismo tiempo me noto calmada. Comprendo todo lo que ha ocurrido, sé lo que va a suceder conmigo, sé que todo estará bien.

Este mundo es la realidad, que a su vez engloba otra realidad más feliz, y ésta engloba otra llamada Pangea, o El Juego.

Cada una tiene una función diferente: Pangea sirve como distracción y apoyo para que la gente no se fije y no piense en la realidad intermedia, para que no se den cuenta de que en verdad es otro juego, otro mundo creado donde ellos pueden hacer lo que quieran, donde tienen plena libertad. Es un mundo para ser felices.

La realidad última, la verdadera, sirve como contenedora de las dos anteriores, es donde se crearon y planificaron, es un mundo más sobrio, más triste, más real.

Y en ese mundo vivía yo. Recuerdo el día de los helicópteros, cuando casi mato a aquél chaval de bellos ojos, ese chaval flaco que parecía tener problemas en la garganta y que luchaba desesperadamente por el pedazo de pan. Tan desesperadamente como yo. Ese chaval que conocía una palabra que yo desconocía y que ahora sé que era Héctor.

Recuerdo correr hasta las puertas de la ciudad, donde ya se agolpaba una masa de gente, y que allí nos subieron a unos automóviles grandes. Íbamos unos con otros agolpados en la parte de atrás, donde no había ventanas, hasta que nos bajaron. Entramos, entonces, en un hospital.

Allí nos dieron de comer, de beber, nos limpiaron, sanaron nuestras heridas y enfermedades. Pero no sólo eso, que ya era más de lo que podíamos haber deseado jamás, sino que nos enseñaron cosas. Nos hablaron de la guerra, de lo que había sucedido realmente. Cómo empezó, se desarrolló y terminó.

Nos dijeron que había más ciudades como esa, también rodeadas de gente pobre como nosotros. Nos explicaron que llevaban buscando la manera de ayudarnos desde hacía años pero que no la habían encontrado hasta entonces, y en ese momento, nos la explicaron.

Una realidad virtual, un mundo de mentira muy parecido al que hubo antes de la guerra, pero en el que no estallaría guerra alguna porque todo iría bien. Al principio no comprendimos, pero tras muchas explicaciones, lo hicimos. Y aceptamos entrar en ese mundo donde se nos prometía la oportunidad de llevar una vida como la que ellos llevaban en las ciudades.

Pero nos dijeron que para eso nos tenían que hacer un borrado de memoria, que si no nuestros recuerdos podrían interferir en esa realidad y desconectarnos. Nos dijeron que era un proceso peligroso, complicado. Que no podrían hacerlo más de un vez y que, si salíamos del mundo que ellos crearon, no podríamos volver a entrar. Nuestros recuerdos volverían a nuestra cabeza y provocarían constantes rechazos con el mundo creado. Y hacer un segundo borrado sería demasiado dañino y peligroso para nuestras vidas.

Por lo tanto, durante un año, nos estuvieron enseñando cultura general, y también nos iniciaron en algunos oficios, ya que si salíamos de la mentirosa realidad, no nos devolverían a la pobreza, si no que trabajaríamos para ellos. Seríamos cualquier cosa que nos asignaran y, a cambio, nos darían un hogar, una sanidad, una educación, unos derechos.

Hubo gente que tuvo miedo a esta realidad virtual y pasó directamente a trabajar, pero yo y muchos más decidimos entrar en ella.

Recuerdo a Carla, una chica acomplejada por un cuerpo demasiado masculino para una mujer, tímida, que pasaba los días aprendiendo otro idioma. Y luego en la realidad intermedia fue quien deseó ser, y como deseó ser.

Recuerdo también a Rut, que pertenecía a la ciudad y no al extrarradio como el resto. Lo supe desde el primer momento que la vi, pues aunque sólo podía mover la cabeza, lo hacía con una delicadeza que no era propia de dónde yo venía. Y recuerdo que Héctor siempre estaba con ella, que hablaban y reían, que ella le enseñaba cosas mientras él empujaba su silla de ruedas, dando largos paseos.

Y cómo olvidar a Moisés, el tipo que siempre tenía una palabra de ánimo, que era capaz de calmar al más enfurecido, que ayudaba a todo el que podía y que nunca dedicaba un mal gesto a nadie.

Todos estábamos en el mismo hospital y acabamos en el mismo país de la segunda realidad. Nos explicaron que nos introducirían mentalmente en el mismo país en el que estábamos, al igual que con otras personas de otros países con las que podíamos llegar a contactar, y que todo esto sería mediante un coma inducido tras borrarnos la memoria.

También nos explicaron que habría personas que no eran reales, PNJs, que estarían ahí para cubrir la falta de población que la guerra había dejado tras de sí. Que esas personas serían tan reales, aunque fueran falsas, que no nos daríamos cuenta de que eran falsas. Que podríamos casarnos, enamorarnos e incluso tener hijos con ellos.

Añadieron que si moríamos en esa realidad, moriríamos en esta. Nuestro cerebro creería que hemos muerto realmente y eso haríamos, morir; al igual que nos contaron que no íbamos a ser conectados en forma de niño o infante, si no con nuestras edades, y que tendríamos una serie de recuerdos generados que variarían dependiendo de los individuos, al igual que unos serían conectados antes que otros aunque todos entráramos en coma a la vez.

Me entran ganas, de pronto, de preguntar mi edad. No sé cuánto tiempo llevo conectada, pero recuerdo que nos explicaron que un año en esta realidad eran dos años en la intermedia, por lo que si me conectaron con unos catorce y viví en la segunda hasta los veinte, ¿tengo ahora veinticuatro? ¿O me programaron para aparecer con catorce años y tuve recuerdos generados de mi infancia? ¿Tendré ahora en realidad tan sólo tres años más? Quizá sea de las que fueron conectadas más tarde…

Suspiro y levanto la mirada. Todos estos pensamientos y recuerdos, toda esta información, ha sido analizada por mi cerebro en menos de medio minuto. Todavía no me han sacado de la habitación en la que he despertado.

A mi alrededor hay más gente tumbada en camillas, a ambos lados de la sala, y más personas que se supone debería estar mirando monitores, pero que me miran a mí con curiosidad.

Miro a uno de los médicos que lleva la camilla, el cual me dice que todo irá bien, y vuelvo a mirar hacia los lados. Trato de buscar a alguno de mis compañeros, de mis amigos. A alguien conocido aunque sea, pero no lo encuentro.

De algún modo, aunque sé que lo que he vivido ha sido real, necesito a alguien que me lo confirme. Un simple rostro que sirva para darme cuenta de que efectivamente lo ha sido.

Llegamos a la puerta, veo que paso por debajo de su marco, y en un intento desesperado logro incorporarme, asomarme, mirar una vez más para comprobar si hay algún conocido.

Un médico me tumba de nuevo apenas presionando levemente en mi hombro, pero entonces lo veo. Héctor, una vez más, iluminado por una franja de luz que entra en el cuarto desde la puerta que acabo de atravesar. Héctor, tumbado, con los ojos cerrados y gesto tranquilo.

Héctor.

Una lágrima se desliza por mi mejilla mientras una sonrisa se dibuja en mis secos labios. Fue real, fue todo real. Ellos estarán bien. Yo estaré bien.

Me mareo debido al gran shock que supone todo esto. Me voy a desmayar, pero aún así, me da tiempo a observar cómo la puerta a ese cuarto, a esa vida, se cierra para no volver a ser abierta jamás.

Al menos, no para mí.

..............

Bueno, pues ya está. Ya no queda nada más que decir.

Hemos llegado al final finalísimo finalizado de Sangre sobre el pan. Ya no hay más a partir de aquí.

Supongo que habrá preguntas, algo que quizá no hayáis entendido porque no ha quedado muy claro o porque simplemente no lo he explicado (hay explicaciones que las tengo yo en mi cabeza y no las he puesto porque sería innecesario para la historia). Si lo he explicado y no ha quedado claro, es totalmente mi culpa, si simplemente no lo he explicado, tenéis dos opciones: 

1. Preguntarme.

2. Darle vueltas hasta que le encontréis una explicación lógica (utilizad la navaja de Ockham: la respuesta más simple suele ser la más acertada xD).

Por otra parte, quiero agradeceros a todos los que habéis leído Sangre sobre el pan que lo hayáis hecho, hayáis comentado o no. Sois geniales y, aunque no sepa siquiera vuestros pseudónimos, os estoy muy agradecida, porque esas 14252 visitas no han surgido de la nada.

En especial agradezco también a todos los que habéis comentado, aunque haya sido una sola vez, y sois Pao D'Cid, María, Anónimos varios, Sara Menéndez, Pandora, Cgm, Egnia, La Otra, Carla Rodríguez, Carla, Lu10, Sofia Galetto, Cristina Mesa Suárez, Dolores Enima Neag, Borya_14 y muchos más. Seguro que me dejo a alguien, y lo siento, pero no puedo acordarme de todos ni voy a ponerme a mirar capítulo por capítulo xD

Pero en general, gracias a todos por lo que habéis hecho. Puede que yo escriba, pero lo importante es que vosotros me leéis, que nutrís mi imaginación, mis ganas y mis escritos con vuestras mentes, vuestras lecturas, vuestra imaginación. Mi escrito cobra vida cuando lo leéis, y sois vosotros a los que os debo todo. Así que, de todo corazón: Gracias.

Y bueno, tras ponerme aquí sentimental, os dejo aquí una chorradita sobre Hunger que dibujé el otro día. Me saltó un vídeo en Tuenti que decía: "Generación No Hunger" y lo hice ;)

Sí, es una tontería, siquiera tiene gracia, pero bueno xD La intención es lo que cuenta.

Por otra parte, os dejo aquí unos cuantos links para que estéis al día con las cosas que hago, que no me voy de blogger ni de los internetes:

Twitter: https://twitter.com/MisoraArosim

Tuenti: http://www.tuenti.com/#m=Profile&func=index&user_id=77877620

Segundo Blog: http://explosionesenlacabeza.blogspot.com.es/

Correo: misoravlogs@gmail.com

Y creo que nada más, amores. Una última vez, gracias.

Espero que me dejéis comentarios, sabéis que los contestaré ^^

Y no os olvidéis que he empezado a escribir algo nuevo, Arboribus (título provisional, aunque cada vez menos provisional).

¡Ah! Se me olvidaba. Es un pequeño favor que quiero pediros:

Me sería muy útil que alguien me enviara una opinión sobre esta novela, pero una opinión bien redactada, en la que destaquéis sus puntos débiles, sus puntos fuertes, si os ha recordado a algo en particular, si creéis que se parece demasiado a algo, si la historia se entiende, si se notan las diferencias entre los narradores, si los personajes son coherentes... todo eso. Es para tenerlo en cuenta y corregir cosillas.

Pues ahora sí, nada más.

¡Un besote y espero que sigáis visitándome al menos en el segundo blog, amores!

¡Os quiero!

Y muchísimas gracias por todo.