Capítulo 1: Blasphemy, Coliseo, Pangea (Primera Parte)

Prácticamente veo cómo los aplausos caen sobre ella como la lluvia, la empapan e inundan sus ropas. Ella se pavonea, da vueltas por la arena con una sonrisa de suficiencia en el rostro, salpicado de la sangre de sus víctimas.

En menos de quince minutos ha acabado con seis jugadores. Ha destrozado sin remedio todo lo que esas personas habían tardado años, como mínimo, en conseguir. Pero ella no sólo ha arruinado a esos seis jugadores, si no que tras ese pequeño número se esconde la terrible cifra de ciento cuarenta y tres. Ciento cuarenta y tres jugadores muertos a sus manos.

Lo que para ella no es más que un juego, para los vencidos es la derrota de sus vidas.

No ha perdido una sola pelea, todas a muerte, y eso la convierte en leyenda.

El público la vitorea, la grita, la aplaude: la ama. Y ella resplandece, no solo por el reflejo del sol en su armadura, si no por la gloria. Se puede ver su felicidad al notar tanta fama, victoria y adrenalina corriendo por sus venas.

Tiene el rostro empapado por el sudor, pero no jadea. No está cansada, aquello no ha sido más que calentamiento para ella. De pronto, alza su musculado brazo derecho, sosteniendo una enorme hacha. Si el público antes estaba extasiado por el triunfo de aquella chica, ahora pierde completamente la cabeza: se levanta y, de la garganta de todas aquellas personas, sale un grito de admiración común. El sonido de miles de personas gritando, desgarrándose las cuerdas vocales, estalla en mis oídos.

La chica, desde la arena, se ríe. Baja el brazo y es entonces cuando ocurre lo inesperado: en la enorme pantalla del Coliseo aparece un reto a muerte. Pendulum, un ogro de tres metros, nivel 200, experto en ataque cuerpo a cuerpo; ha desafiado a War, una humana de metro noventa, nivel 186, experta en ataque cuerpo a cuerpo.

Pendulum entra en la Arena. Su piel es verde oscuro, y lleva una armadura plateada  y desgastada. A pesar de medir tres metros y ser un ogro, se mueve rápido. En la mano, si es que a esos tres dedos rechonchos unidos a una pequeña palma se les puede llamar mano, lleva una enorme espada de unos dos metros. En la espalda porta un hacha, por supuesto concorde a su tamaño. Con la suficiente fuerza, el orco podría partir a War en dos de manera vertical.

Bajo el casco de su armadura, asoma un morro de cerdo. Dos enormes y extrañamente limpios colmillos sobresalen de su mandíbula inferior, adelantada a la superior. Babea, y sus babas desprenden un hedor que invade el Coliseo.

War, la temida War, a su lado parece una novata. Sin embargo, no se amedrenta. Se coloca frente a él, lo examina en posición de ataque. La pantalla del Coliseo se divide en dos, en una parte se muestra el perfil del ogro; y en la otra la mirada de War.

Sus ojos, azules como el cielo en verano y fríos cual glaciar, hacen un bonito contraste con sus cejas rubias y su piel oscura. Tiene el ceño fruncido, se nota a pesar del casco. Parece estar pensándose muy bien si aceptar o rechazar el combate.

War nunca ha rechazado uno, pero teniendo en cuenta que acaba de enfrentarse a seis jugadores antes que Pendulum y que éste le saca catorce niveles de ventaja, es probable que rechace.

Al ver la indecisión de War, el ogro se ríe. Su risa es profunda, su voz grave. Eso basta para que en el Coliseo estallen, de pronto, miles de voces susurrando. Mi compañero aprovecha y me dice:

- Creo que voy a vomitar.

- Qué extraño en ti - respondo, sarcástica.

- Primero la sangre, las tripas… y ahora el hedor del ogro este… - dice, con su voz rota y seca-No sé como lo aguantas, yo estoy fatal.

- Eres un blandengue de mierda - le espeto.

- Siento tener el estómago débil - responde, irónico.

Le miro. Si alguien viera el aspecto que tiene, no se habría aliado con él ni estando borracho. Es un hombre-león (algo parecido al hombre-lobo, sólo que en vez de ser un can es un felino). Sin embargo, a pesar de que el león es un animal de estructura fuerte, cazador y apariencia intimidante; Hunger, que así es como se llama mi compañero, es todo lo contrario.

Es un hombre-león, lo que le hace estar cubierto de pelo de la cabeza a los pies y tener piernas de animal, aunque es bípedo. Sus manos se asemejan a las humanas, con la pequeña diferencia de que tiene un pulgar pequeño y no muy útil; y las plantillas que tienen todos los animales en las patas.

Por otro lado, es de estructura física fuerte, pero eso no quita que sea el hombre-león más flaco y de aspecto enfermizo que he visto nunca. Su pelaje no es brillante y sano, sino descuidado y poco grueso, de modo que parece que le falta pelo, que se le está cayendo. Parece un león viejo.

La melena que hay en su cabeza es larga, pero lacia, falta de majestuosidad y brillo. Sus ojos muestran cansancio, le faltan dos dientes, sus bigotes están caídos y sus orejas siempre están en estado de reposo.

Ése es Hunger, un hombre-león enfermizo y flaco con el que nadie se aliaría. Nadie excepto yo, y si me he aliado con él es porque he descubierto sus cualidades.

A pesar de su no muy útil pulgar, ha conseguido ser rápido y habilidoso con las dagas, las cuales  lleva ocultas por su cuerpo, siempre cubierto por una larga túnica marrón con capucha. Lleva una daga en cada muslo, otras dos en cada bolsillo que tiene a los lados, y otra en cada brazo. Un total de ocho dagas, todas ellas iguales en apariencia, pero diferentes en propiedades puesto que cada una de ellas afecta más a un tipo de jugador que a otro.

Por otro lado, Hunger ha desarrollado su capacidad mental hasta el punto de alcanzar dominar la telequinesis de manera prácticamente perfecta. Le he visto arrancando y tirando árboles a unos doscientos metros con tan sólo dos movimientos de mano, aunque eso le supone desgaste físico, por eso su aspecto es así. Cuando se desarrolla la capacidad mental, tienes dos opciones: desarrollarla hasta el punto de tener un aspecto espantoso, o desarrollarla menos, teniendo un buen aspecto físico pero menos capacidad mental. La mayoría de jugadores hacen lo segundo; pero Hunger no es así.

Estoy mirando su hocico y la graciosa forma de su nariz, pensando en todo éso, cuando me sorprende al decir:

- ¿Qué me miras? - pregunta. No respondo, me quedo mirando su rostro. Lo tiene como chupado hacia dentro, con los pómulos marcados y unas leves ojeras; rasgos que le hacen humano bajo su apariencia de león.

Estoy a punto de responder a su pregunta, pero entonces ocurre: War acepta.